lunes, junio 11, 2007

Hay una flor...

A estas horas de los domingos donde duermen una profunda mona casi todos los sentidos de la existencia, el sereno de mi espíritu se llama Amor.
Imaginar, imaginarte. Tratarme de explicar cómo fue a caer mi boca en la fuente de tus resplandores para saciar sedes que creía ineludibles.
Qué milagro tu presencia aun ausente.
Saber que tus brazos están próximos, sentir que mis labios se muerden a sí mismos en las ansias por tu boca.
Palpar la eternidad en un cruce de miradas que me invita a replantearme escepticismos.
Saber que en esta fábula tengo una compañera cuya complicidad me salva de todas las realidades.
Verte, milagro encarnado, y entender tantas cosas...

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