lunes, junio 11, 2007

Intronautica.

El fuego consume suavemente la madera, la bebe com si fuera un delicioso licor en su punto G de espesor. Y con él quiero que vayan los restos rancios de un espíritu fénix.
Es fría la noche. La soledad se hace hostil entre tantas ventanas.
Allá a unas cuadras está el mar, y sus caracoles.
Buscar caracoles es como la vida misma: hay tantos y tan llamativos...
Pero ante semejante oferta uno se obnubila y termina siempre disconforme porque "aquel estaba mejor" o "mirá si unos metros más allá..." o (la peor, sin dudas) "es como este pero más lindo".
El velo en la búsqueda.
Difícil, porque difícil saber qué se quiere encontrar. Uno por la osadía del inconformismo a veces resulta víctima de su propia abstracción, sin darnos cuenta de que no somos dioses para pretender divinas perfecciones.
Tenemos Sol y Luna, fuego, amor, arte.
Pero lejos de franelear nuestros tesoros, dejamos huérfanos semejantes milagros y vamos a la cacería de una nada irreversible.
Es jodido el vicio del total absurdo.
Mejor hacer algo con esos rincones vacíos que quieren imponer su percepción.
Ver adentro. Derrotarnos a nosotros mismos en los campos de batalla surreales.
Asombrar a las sombras y que ardan hasta resplandecer.

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