jueves, junio 02, 2011

Desayunando letras antes de dormir.

El agua clara, perfumada
de tilo, como la estela del estío
(ese lejano suspiro
es un anhelo recurrente).

La ciudad desperezándose
rascándose la modorra
con bostezos colectivos
y millones de cafés con medialunas
o mates con bizcochitos
o ayunos desinteresados.

El frío asusta al amanecer
lo pone tímido, reticente
a la llegada, rumiante
de su propio rol lumínico.

Y estar a contramano
es una grata dirección.

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