vive su ensueño propio
descubre que cada paso
es un mundo novedoso
abriéndose en frente suyo.
Se alimenta de la Luna
de su jugo pálido,
plateado e impalpable
('hay que estarse liviana
-piensa- para los vuelos').
Y sube hasta la copa
repleta ya de brillo
buscando dar un sorbo,
que multiplicará
cuando todo se duerma
(su momento preferido
para el rito imaginario).
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