Pero, en un momento, todo este derrotero trae su fruto a los ojos de mi ansiedad, y ya me embriago con la mirada, ya caigo de lleno en la tentación del regodeo por la pequeña gran victoria de lo autónomo sobre los engranajes del tiempo y la sociedad.
Y es entonces cuando retrodisfruto cada centímetro de asfalto besado por mis pies, llevándome un poco del misterio que tantas noches le habrán arrebatado a la luna, al lucero, a los locos incansables que predican su demencia con el mero deambular, a los árboles que esperan la penumbra para enredarse en sus sabidurías ancestrales...
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