No me cuajan sus encantos
de dudosa humanidad
la sospechosa serenidad
que pregona su semblante
siempre del vicio distantes
nunca una copa de más
ni volando sobre el ras.
No le creo a quien me habla
del pecado como ajeno
si alguien se cree tan bueno
seguro que no lo será...
Y si roen mi cabeza
con su labia santurrona
dejo a las palabras sólo
con la estela de mi ausencia
(no se discute la esencia
ni se truecan sus anhelos).
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