miércoles, octubre 12, 2011

Encapotado.

Obstinada nubosidad,
grises resistentes a los días,
una lluvia que ya no limpia
sólo embarra y arrastra
los ánimos hasta la ciénaga
donde se sumen, débiles.

Todo es un enclaustro
despojado de colores
empapado y aterido
por la tormenta exterior
y la quietud interior
(el óxido, asegurado).

Nos queda la primavera
como una férrea esperanza,
pero cada gota erosiona
las ilusiones apretadas
en el puño imaginario
que llevamos como guía.

Las inefables tristezas
del cielo son influencias
para las almas permeables
al semblante natural.

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