Hay veces que la muerte no mata,
sólo esparce y contagia la vida
en otras vidas, en otros latidos
entusiastas, de poética intensidad.
Porque si el tiempo sólo se lleva
un rejunte dérmico y un decarte óseo
y deja, sin embargo, las ideas
con sus palabras eufóricas,
y deja los trapos empapados
en el sudor de esos sueños
estampados en sus lienzos,
y deja el llanto de la ausencia
(que, entonces, ya no lo es)
y deja un nombre en cada boca
que grita su sentimiento,
si todo eso queda en el viento
después del cortejo fúnebre
la muerte no se llevó nada.
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