y se diluye en un segundo.
No hay estructuras
que soporten el fluir
de los deseos del tiempo.
Cada momento puede
mutar en un capricho
del azar, y desarmar
los propósitos dispuestos.
Un soplido, una racha,
un movimiento brusco
y todo se dispersa
y ya no queda nada
de lo que tanto ansiamos.
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