miércoles, agosto 18, 2004

En defensa de la inconsciencia.

Creo en la felicidad a partir de la inconsciencia. Aplaudo a quienes, a partir de su inconsciencia de tal o cual realidad, pueden ser miembros del selecto club de los felices.
Me harté de tanta gente intolerante que sólo usa su caudal cultural para escupir ácido hacia cualquier forma diferente, hacia cualquier pensamiento opuesto o hacia la ignorancia. Admiro al que ignora y se despreocupa, al que vive despojado de problemas globales insuperables y sólo acaricia su realidad sin fastidiar la del resto. Ese egoismo es un banquete delicioso y sumamente sano, porque se trata de un egoismo aislado, suave, hasta simpático. En cambio, el egoismo consciente, el egoismo altivo, es un veneno corrosivo, que sabe tirar abajo ánimos y existencias sin el más mínimo respeto.
Esto es sólo un juego, y quienes participan de manera pasiva suelen tener una diversión más sana para sí mismos y menos dañina para el resto. Un real equilibrio.
Cultura animal, vida sencilla. Estamos de paso. Tanta consciencia es un genocidio latente, una miseria al caer, un abuso en potencia.

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