sábado, octubre 22, 2005

Mario, otra vez.

A veces hay que hurgar en los demás para romper límites propios.
Tal es este caso, donde las palabras que no quieren visitarme se encuentran cómodas en esta poesía.

Luna congelada.

Con esta soledad
alevosa
tranquila.

Con esta soledad
de sagradas goteras
de lejanos aullidos
de monstruoso silencio
de recuerdos al firme
de luna congelada
de noche para otros
de ojos bien abiertos.

Con esta soledad
inservible
vacía.

Se puede algunas veces
entender
el amor.

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