martes, octubre 10, 2006

Como el encaje de la copa de los árboles y el cielo estival, nuestra sonrisa descontrolada parece hecha para casarse con la dulce fragancia de los dedos culpables.
En cualquier rincón, libres de pecado, despuntamos nuestro amor a los besos limpios, sin mesura ni vergüenza, orgullosos del romance pero atentos a los chanchos que se quieren comer tu flor y mi libertad.

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