lunes, octubre 02, 2006

Locuracorralada.


Ellos que me cuidan de vos, no entienden que tu peligro es el placer dulce de la sinrazón, ni que tu suero alimenta mi alma como a un lánguido borrego que se ahoga en su miseria porque el mundo no lo cuenta entre sus comensales.
Ellos, unicornios azules sin ninguna fantasía, más encontrados que perdidos, más yeguos que potrillos, carentes de mitología pero con demasiadas ilusiones incautadas.
Ellos que te esconden, que me encierran, que nos pintan de demonios mientras esconden su cuerno debajo'e la gorra.
Ellos acorralan nuestro amor, lo arrinconan en la sombra, lo ponen contra la pared.
Ellos, fieras de la polis, al acecho de su presa, esa que no se comerán. Sólo la lastimarán para ver sangrar su libertad hasta secarse de pena en las tinieblas del enclaustro enrejado.
Ellos y el frío del metal que les congela el corazón, con su mirada de un único y letal ojo, amenaza flamante que calzan los que se disfrazan de poderosos, una y nueve razones para que tu vida valga menos que su alma de remate.
Ellos, el cáncer oficial, la pandemia de nuestra libertad. Los hijos de puta del pasado, pero aggiornados. Principes azules encima de su caballo, con tan poco de cuento de hadas como de sensibilidad.
Ellos, que de su miedo destilan terrorismo popular y castigan sin piedad la inocencia de esos locos que sólo quieren disfrutar su limbo en paz.
Ellos, los diez centavos que me faltarían para comprar la calma si se vendiera en cualquier kiosko.
A ellos, una advertencia: nunca olviden que las ratas no pueden volar.

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