Ese tunel de toda la vida, de noche o de día.
A veces colorido como sus árboles
y otras veces gris y preocupado, ausente
sin vida que lo viva más que un peatón aislado.
Trayecto de viejas cegueras y nuevas locuras
camino hacia la meditación entre adoquines
que atestiguan todo lo que nunca fue
y lo que para siempre será.
Tristes o brillantes monólogos mentales
repasos interminables, canciones mil,
soledades, soluciones, sol a montones
verdorado y estaciones como cuadros
sus colores aplicados a un escenario.
Maravilla de los días que cruzamos
un túnel que cambia sin freno
como la lluvia de granos
que se lleva nuestros momentos.
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