lunes, abril 14, 2008

Un hombre (quizás no humano) despierta de mil sueños a los sueños mismos.
Tal vez la ilusoria inconciencia de su amor por todo lo protege de la mismita realidad, esa que lo espera en cualquier espesura de la selva para acabar con la mochila de ideales que lleva.
Y lo levanta. Y le susurra al oido súplicas mudas, esas que calla la mano siniestra que no vemos pero sentimos cuando sólo escuchamos al viento pasar ante un fusilamiento del futuro en su paredón de ignorantes ladrillos.
Y le abre caminos en las mentes ajenas y en la propia agonía. Lo hace fiera y poeta, soldado sensible del amor por su gente. Lo guían mil voluntades y una estrella invencible, que no se achica ante lo imposible porque sabe que sólo es cuestión de tiempo y perseverancia.
Y derrota incluso a su propia muerte, porque el futuro lo recuerda.

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