martes, abril 29, 2008

Frío.

Eso que en el terciopelo pálido de una cerveza es moño cuando el termómetro acusa una tercera docena, pero en el temblor de los cuerpos es el colmo.
¿Dónde abrigarán su carne los espíritus perdidos? Esos que como techo tienen un piso de hormigón.
Ciclos que se prerparan a resucitar tras la siesta de la naturaleza, y florecer entonces lo que hoy es semilla de almas.
Una siesta de la fiesta que invadió con sus pintores el circo del estío.
Miles de vueltas en el lecho que nos encadena cada mañana a su tibio paraíso, teniendo que traicionarlo por un purgatorio inclaudicable... el sádico humor de la realidad.
Pulóveres que acolchonan los abrazos, mates calientes y un amor que se transforma en sí mismo para llegar al Sol.
Vapores de dragones con la pólvora mojada en las mañanas de un infierno con la calefacción rota.
Tristezas más tristes y largas, pero con el consuelo de estar bien estacionadas.
Lluvias inoportunas, engripantes, anecdóticas.
Platos hondos.
Cielos bajos (de esos que podés acariciar).
Los osos deben estar felices... así que feliz día.

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