domingo, enero 09, 2011

Mar remoto.

Navego errante en la noche desde mi quietud, con una parsimonia impredecible.
Voy anclando en cada estrella, enredándome en sus auras para conocerlas mejor, para desentrañar la luz que le falta a casi todo, a ver si un haz contagioso alcanza a atravesarme.
De tanto tantear, no siento las manos ni lo que tocan en esta oscuridad ya absurda, pero tengo la certeza de que hay algo por buscar (un milagroso interruptor, quizás). Sin embargo, la costumbre de lo burdo es un lastre inevitable para remar plenamente.
Habrá que armarse de paciencia, porque las tormentas son más que probables en mar abierto, y no se ofrece otro destino en nuestro horizonte que aquella lejana costa ignota.

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