Se escapa la energía
por las grietas de los dedos,
y en su fuga se lleva
una parte del flánimo
(hoy las ganas no están
muy firmes, muy asentadas).
La piel también abandona
el tacto (ahora tan crudo
y deshecho de velos)
mientras pasan las horas
atadas a la incertidumbre
con nudos tan rebuscados
y simples como la muerte.
Una vigilia sin tiempo
capaz de ahuyentar las sombras
de ignorar a las sirenas
elegantes y aletargantes
que convocan al absurdo
con cada nota entonada.
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