miércoles, julio 25, 2012

Sanemos.

La cabeza se vuelve
un capricho de Dédalo:
sin ventanas profundas
ni elevar de velas
ni techos que alivien
los lívidos diluvios.

¿A quién se le pregunta
por estas dudas negras?

¿Cómo se desintegra
una penumbra muda?

Veo sus pesadillas
sin pistas ni ilusiones
pero con la esperanza
que dejan al borrarse.

En el desgano mutuo
de su opaca mansedumbre
anhelo primaveras
colgando de su boca.

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