¿Cuál es el peso que aploma
todas mis intenciones?
Una obsesión: la distracción.
Un sinsabor de calma muerta
decora todas las visiones.
¿Erosión de diversiones
por el rozar aguzado
y circular del alfiler?
Las próximas ilusiones
reclaman su resplandor:
comienza en el interior
un duelo de sensaciones.
Los versos se desplazan
(o, mejor dicho, se aplazan)
y me quedo sin la estética
del ánima: la poética.
Sin embargo los persigo
con un ansia imperturbable
en mi eterna distracción,
peleando a mi confusión
con letras improvisadas.
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