jueves, octubre 17, 2013

Sin lealtad no hay libertad.

Debajo de la piel se oye
un rugido, el bramido
de un monstruo divino,
poseído por su urgencia,
en rechazo de esa ausencia
premeditada, impuesta.

Pasos, pasos y más pasos:
el horizonte se acerca
sobre los hombros tiznados
del pasado empobrecido,
mientras gritan su carencia
miles de puños cerrados.

Se enarbolan las sonrisas
invadiendo el panorama,
dignificando reclamos,
avalando esas proclamas.

Ríos de manos callosas
que en la plaza convergen
y en sus fuentes sumergen
el calor de esta victoria.

Cuestiones de fe poética,
sensaciones de fe política.

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