martes, julio 27, 2004

Ebrio de mis propias palabras, mágico me siento pues la vida sobre mi se ha alzado e ilumina con relámpagos una cuestión de colores fabulosos, paranormales, furtivos e indomables. La cabeza se ha expandido, coloniza terrenos que supo no pisar en otros tiempos sólo para que esta gloria extenue mi propia capacidad de bienestar, para agotar hasta a los orgasmos.  Todo se abre, mil quinientas puertas se abren para dejar ver que la verdad es infinita e imperfecta como el mismo dios, o quizás no, nadie lo sabe. Nadie tiene derecho a hablar de perfección, ya que sólo él la conoce. Oh, Nadie, si vivieras entre nosotros para poder explicar tantas cosas que sólo vos sabés... ¿qué habrá detrás de la muerte? ¿qué será la perfección? ¿cómo se sentirá moverse cuando los demás estamos paralizados de miedo? Solemos no encontrarte cuando el vacío se hace dueño de un lugar. Pero en el vacío no hay Nadie. Es tan paradójico el rumor de las espinas cortando el aire que respiramos... pero no se puede creer que lo único común a todos sea la muerte, para algunos más común que para otros.

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