miércoles, julio 14, 2004

Enredado en las llamas y las volutas
que se extienden invisibles
como pidiendo compasión al ser
que soy cuando dejo esta existencia,
cuando el viento hace olas
en mi cuerpo endeble y astral.

Allí hay reacciones fugaces
que no tienen principio ni fin
porque su forma es un instante
que deja sólo incertidumbre,
devenida luego en admiración y paz
para el inconsciente crédito.

Hay invitados casuales al acto
que se mezclan entre risas cómplices
y sacan a la luz una realidad fina,
propia de los mundos utópicos, soñados
alguna vez por el mismo insomnio,
ya cansado de rechazar la claridad.

Y hay una porción de mis reliquias
aflorando en los fantasmas del caos
(los fantasmas son impersonales,
el caos es glorioso y transitable)
para fabricar ígneos capullos
que rechacen al marchito futuro.

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