miércoles, agosto 05, 2009

Él no abandona, y tendrá premio.

Él pisa al pasado, pero se le queda embarrado en la suela y lo sigue como una sombra, arrastrándose con su inercia. Le golpea la puerta, le susurra al oido cuando está casi dormido.
Se lo cruza en la calle, en las paradas de colectivo, en las ciudades propias y ajenas.
A veces hasta pareciera que lo busca sin querer, porque siempre hay símbolos repentinos o sucesos metafóricos que atizan su melancólica espera.
Y yo sé que está reservado para su porvenir un amor de calidad: llegará, tan compañera y dulce como la soñó, sin chistes de mal gusto ni sombríos embrollos que enturbien el sentir.
Porque un corazón noble llega a buen puerto, atravesando tempestades, entrenándose en el arte de vivir. Y cuando haya sorbido todo el sufrimiento, un atardecer de perfectos arreboles se hará infinito en las manos entrelazadas de su amor.

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