llena de flores en su aura,
meciéndose con calma
hamacándose en el cielo.
Que no se apague nunca
aquella breve llama
en busca del Olimpo,
que el alba no dispare
a sangre fría su hostil
imagen del mundo hoy.
La esencia: el movimiento
que impide los letargos
parásitos del ánimo.
Hay que ventilar a la locura
y también dejarla crear
en su espacio desprovisto
de los límites que chocan
con tan amplia expresión.
Y regar el imaginario
con rocíos casi absurdos
para estirar sus alcances
para ensanchar su par de alas
hasta que nada se oponga
al sueño que hemos armado.
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