sábado, octubre 23, 2010

Inestable.

Un fragmento de ausencia se cuela, repentino, en la noche.
Es el lugar donde debía estar él, es ese comentario que hubiera hecho si la distancia no estuviera entre su voz y mis oídos, entre sus máscaras y mi atención.
Entonces, como la punta del iceberg, esa pequeña grieta decanta en borbotones nostálgicos que traen en su cola millones de momentos atesorados, situaciones indelebles que el tiempo añeja, y que mejoran con cada día transcurrido.
Siempre tan recurrente, ausencia. Una palabra que mete su hocico en cada rincón, esa sensación de estar olvidándose algo al salir (algo como uno mismo).
Escarbando nuevamente en el anhelo de voltear el tiempo, de cortar el retazo que sobra en el espacio entre nosotros, esa holgura del destino que tan mal ha resultado.
Sin embargo, todo es seguir, como el agua y sus corrientes, esperando la próxima primavera, o el encuentro sagrado que se avecine.

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