que parecían ser elásticas
hoy menguan como la luna
en presencia de esta criatura.
Es la sonrisa del barrio
(si hasta pareciera
que los recios adoquines
se conmueven y disfrutan
con su vital energía
con su inocencia creando
todo el tiempo algo raro
quizás un juego novedoso
o imaginaciones
fuera de mi alcance)
y un entusiasmo raro
que parecía ya enterrado
y se contagia, regresa.
Hasta mira el atardecer
y lo espío por sus ojos
y lo escucho con sus orejas
y recibo algo de su paz,
de esta paz momentánea
(pero más que profunda).
Me entibian esos besos
lanzados con desparpajo,
y su olfato hiperactivo
que siempre percibe algo.
Nos miramos,
y me creo acompañado,
y con algo más de vida.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario