martes, octubre 26, 2010

Viéndola.

Su gracia llena los días, las horas
que parecían ser elásticas
hoy menguan como la luna
en presencia de esta criatura.

Es la sonrisa del barrio
(si hasta pareciera
que los recios adoquines
se conmueven y disfrutan
con su vital energía
con su inocencia creando
todo el tiempo algo raro
quizás un juego novedoso
o imaginaciones
fuera de mi alcance)
y un entusiasmo raro
que parecía ya enterrado
y se contagia, regresa.

Hasta mira el atardecer
y lo espío por sus ojos
y lo escucho con sus orejas
y recibo algo de su paz,
de esta paz momentánea
(pero más que profunda).

Me entibian esos besos
lanzados con desparpajo,
y su olfato hiperactivo
que siempre percibe algo.

Nos miramos,
y me creo acompañado,
y con algo más de vida.

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