jueves, marzo 10, 2005

Ven, deja resplandecer tu rostro
y dime qué tanto peligro puede haber
en este hipotético idilio de frambuesas
en esta soledad demente y fría.

Atame de pies y manos para no dañarte
y que mis ojos acaricien tu pelo
que la madera de la silla me haga arbol
y mis ramas te sirvan de soporte
para una hermosa hamaca juvenil.

Quiero que tácitamente me enseñes
los caminos para ese pequeño jardín
donde jugamos los dos sin peligros externos
sin inseguridad de planes y mundos
ni seres humanos con su implícito mal.

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