miércoles, septiembre 28, 2005

Espíritu de pasados, en el presente.

Acabo de comprender que Buenos Aires engendra nostalgia.
No sólo por la ciudad en sí, sino por casi todo el pasado.
Genera un deseo de retorno, de volver siempre a ese pasado, lo endulza, le maquilla las imperfecciones y lo deja reluciente para que uno siempre añore. Y cómo.
Los lugares son talismanes de la memoria que invocan sueños.
Ese arbol donde...
Y después, los años que añejan tiempos pretéritos como vinos de lujo.
Ay, Buenos Aires, me hiciste adicto a los recuerdos.
Hasta prefiero rememorar mi presente que vivirlo.
Y hoy, en esta sensibilidad radical, rendido al sol de su sonrisa, sos el escenario ideal para creer en ese futuro que, de una vez por todas, promete con certezas.

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