lunes, septiembre 05, 2005

Relámpagos, fríos e indiferencias.

El estrepitoso grito que reclama por la mirada del paraíso transforma un paisaje nulo en desesperante agitación.
Falla la comunicación del cielo y la tierra, el firmamento se desploma por los costados de un mundo que no puede sobrevivir solo y llora las caídas de su objeto de culto mientras se pregunta si es la culpa tan suya como la tristeza.
Hay paranoia. Huele a paranoia. Se siente esa sensación viscosa en la consciencia que delata una persecusión implacable. Se consume a sí mismo este planeta único mientras todo a su alrededor es un pan de manteca tibio.
¿Quién habrá prendido las ornallas en esta cocina del horror?
Hay una tempestad que no augura buenos puertos, pero en seguida pone esa deidad su mano en mi hombro como para dejarme en claro que hay esperanza, y ¡vive la difference!

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