sábado, septiembre 24, 2005

Primavera, nomás.

Se desató el nudo invernal que helaba climas y almas.
Calor, humedad, lluvias. Sol.
Paisajes encontrados, con huellas del otoño bajo el cielo primaveral, rodeado de verde. Los árboles recuperan la vida con su parsimonia característica.
Cantan con más ganas, adorando al sol y su refugio tibio, esas aves que todo lo pueden (hasta asesinar los miedos más profundos en las noches críticas, o sacarme sonrisas de entre sus plumas doradas sólo porque regalan chispas desde esa voz).
Y ni hablar de mi sucursal de los Jardines de Babilonia, hoy por hoy con un dejo selvático por la efusividad que le da la lluvia, y empezando a tomar colores, bronceándose flores y plantas.
¿Las mariposas? Todavía no dejé escapar ninguna de mi panza.

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