miércoles, junio 07, 2006

Amor.

Un día abro (o cierro) los ojos, y todo el color del mundo se me presenta cabalmente. Me da la mano y comienza con una breve explicación que no pude escuchar, mientras todo se acomoda como un cubo mágico que prefiere la solución al desafío.
De repente la tristeza no es tan triste, las sonrisas están a mitad de precio, los colores brillan (y no por su ausencia), el negro se dispersa como si las nubes que empañan el cielo se tomaran un buque al triángulo de las Bermudas.
Aparece la totalidad de las cosas, o lo que pareciera ser eso mismo.
Se desgarra un velo, y todo queda desnudo, sencillo, bello.
Esa es la palabra: bello.
Mis ojos se ponen en la frecuencia de la belleza, y empiezan a disfrutar el paisaje de todos los días.
Unas manos que fueron manitos y hoy parecen milagros.
La panza de una embarazada es el arcoiris de la creación, las hojas del otoño parecen hechas por un orfebre eminente, la luna tiene menos muerte y más sueños que nunca.
Te quiero querer... y te quiero, nomás.
Porque sol, estrellas, luna, cielo, lluvia, nubes, otoño, primavera, verano, mar, horizonte, infinito, colores, sabores, olores, arboles y animales, fútbol, música, chocolate, amigos, santa maría, sueños, abrazos... la enumeración no se terminaría nunca.

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