miércoles, junio 28, 2006

Todo o nada.

Pongámosle que hablo de un lago y dos personas en canoa mirándose a los ojos, pensando solamente en cuánto se aman... ¿y si eso realmente no existiera?
Cuando uno alimenta de falsos maniquíes la vidriera de sus gustos, toda la búsqueda que nos quede será bastante en vano. Al menos lo suficiente como para dejar el saldo negativo de la amargura (pero esa que sobre pasa la garganta, y que, cual ácido, corroe todo interior que se cruce en su camino).
Hay una sobreoferta dinámica constante de estos productos milagrosos del hoy que en realidad jamás existieron más allá de un reducto publicitario, mediático, ficticio, sólo permitido porque nuestro zeus, la economía, lo adoptó de forma inapelable.
¿Y qué queda de nuestros sueños?
Se van fundiendo en el solvente del vacío inalcanzable, destiñéndose a cada instante como una flor que se marchita y deja sus colores en el tiempo para que el eterno Nunca se haga cada vez más dueño de la razón.
Que los sueños imposibles sean imposibles, y no realistas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

la locura nos posee.
la ilusión es nuestro ser.
te amo.
siempre.
mucho.