martes, julio 29, 2008

Dicotomía mía.

Artistas del arte o de helarte (los que son borregos feroces, los que son fieras del tablado para allá). El comercio con la sensibilidad es peligroso, las pinceladas de belleza no tapan la venta de un pedacito de alma por más que paguen muy bien el metro cuadrado.
No está mal vivir de conmover. Pero si en el negocio se pierden emociones, hay una tragedia espiritual que deviene en el choque del colectivo imaginario (en hora pico).
Es muy delgada la frontera entre retroalimentarse de los "espectadores" y ser un mercenario del sentimiento. Sobre todo cuando el mundo y sus ilusiones están cada día más baratos.

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