domingo, julio 20, 2008

A Melina.

Una mariposa que vuela lejana es un aleteo colorido que endulza los ojos.
Pero si ella viene y se posa en tu hombro, acompañandote, se convierte en una amiga.
La más bella, la que en tus pesadillas le hace frente a cualquier monstruo porque es capaz de doblegarlo en un suave movimiento de su cuerpo.
Esa mariposa que te escucha con paciencia o susurra invocaciones de paz para calmar tu espíritu inquieto.
Y te trae en su vuelo los rayos del sol, y conoce recovecos de tu alma que otros jamás siquiera rozaron (y a pesar de eso, te prefiere).
Y comparte la respiración, el sueño, los latidos, el mundo entero contigo.
Entonces la dejás entrar en tu corazón, para que la intemperie no le sople con demasiada fuerza esas maravillosas y frágiles alas.

Ella, la que habita ahí, la que vive acá.
A ella, feliz día también. A vos, feliz día, también.
Porque más allá de mi mirada embelesada te adentraste en esto para ayudarme a vaciarlo de tinieblas.
Que este logro sea sólo uno de los primeros.
Te amo.

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