lunes, noviembre 01, 2010

Cristalina.

Veo su pena, tan profunda
que se hace mía, y también nuestra:
llega a las raíces de todo amante.

Sus lágrimas podrían saciar la sed
de flores que hoy quisieran ser
pero no alcanzan siquiera a ver
de cara al sol que ha de bañarlas
ni se entierran demasiado
por temor a que el infierno
esté más cerca de lo pensado.

Y la grieta que se hace en su voz
me atraviesa como un relámpago
quebrando todo el espíritu
que quiere partirse en llantos
pero emana un estoicismo
(con salvedad de los ojos)
de carácter impasible
porque no quiere hacer mella
en otras grietas hermanas:
el estado de ánimo es algo
necesario, para preservar.

También la sensibilidad
pero hoy está toda en ella.




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