es el medio por el cuál se encarna,
se consagra como un latido libre.
Se busca en una cancha, en una calle,
en el fondo de los mares de los vasos
que la noche no llena nunca
y que el día vacía, impío, al llegar.
Son las grageas escondidas
en los pliegues de lo ordinario,
arrebatos de pasión, milagros
que exceden a la existencia
pero no son inexistentes.
Y cuando cae, seco, el absurdo
a invadir nuestros horizontes
es mejor que lo enfrentemos
desde el arte y su reflejo
porque desde el pensamiento
terminamos con más nada
de la que recién teníamos.
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