jueves, diciembre 23, 2010

Estío que no hastía.

Un verano de cincuenta meses,
atravesado por tempestades
y también por alguna nevada
(lo impredecible del clima,
y la memoria, ahora, implacable).

Pero verano, al fin y al cabo.

Un estío colorido y coloreado,
bañado por las luces intensas
del sol que extiende sus rayos
hasta latitudes casi antárticas
haciendo ríos de los hielos
para que brinden las flores.

Uterino verano hospitalario
tan amable, tan dulce y envolvente...


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