viernes, mayo 28, 2004

Brilla el sol contra la pared transparente que le devuelve gentilezas y me acaricia. Del otro lado, el resto. Y acá, acá adentro, una interminable bataola de fuegos, mares, prisas y encierros, tristeza y "todo sigue igual". Van surgiendo esas preguntas sobre cómo el amor se erosiona por las caricias suaves pero letales del tiempo atemporal, cómo la intransigencia es, para algunos, utopía y, para otros, necedad. También surgen respuestas a cosas que no recordaba haberme cuestionado, y ahora no recuerdo haber respondido. Y también esos fugaces enamoramientos, esas historias que viven las miradas, con la intensidad y duración de un orgasmo. Es algo tan cruelmente típico que prefiero no pensarlo para que la erosión no le llegue también a este sencillo estado de calma y reflexión. Es mejor que no se sume al montón de Cosas-sin-sentido. Es que...¡vamos!, si nada carece de sentido hasta que nos decidimos a buscárselo. Por eso hay momentos en los que pensar sin pensar es mejor que pensar pensando, así aunque sea sufrimos menos, y eso está piola. Bah, o será que yo le perdí el gusto a tantas cosas por culpa de esa pesquisa funesta que ya le tengo cierta aversión, y quiero salvaguardar los pocos lugares que quedan del otro lado del sentido. Vale, habrá quien me dé el mote de cobarde, pero si es por eso, lo acepto con gusto.

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