domingo, mayo 30, 2004

Las persianas completamente bajas, la circulación al bajo nivel que es norma en esos momentos, pero la psicodínamo frenética, en busca de cosas y casos que nada tienen que ver con todo esto, y menos con aquello, ni hablar con lo de más allá. La luz todavía está encendida, la calma es extraña, algo áspera. No. Más bien es rugosa, como la corteza de un árbol. Y, entonces, la voz. Sí, una voz. Una voz fugaz, repentina, relámpago sonoro y shock: todo se conmueve e instantaneamente emprendo una búsqueda del origen de ese ruido bien definido, pero es inútil.
La tranquilidad ahora se transforma en un mar picado, haciendo remolinos por doquier, bramando por el eco que desestabilizó todo. En un segundo la tensión baja, y se repite la voz, pero con otras palabras. Nuevamente el descontrol, el pandemonium mental. Y otra vez la calma. Y otra vez la voz. Pero ahora, más frío, voy en busca del equilibrio que me permita mantener una coherencia, una seguidilla de palabras, hasta quizás una conversación.
Fue arduo, pero parece que ese yin-yang psicológico ha sido alcanzado, y la conversación va remontando vuelo... y entonces el sueño se lleva a dar una vuelta a mi consciente, dejándolo atragantado de curiosidad. ¿Qué me habrá dicho?

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