martes, mayo 25, 2004

Vamos, que el amor cambió de forma, de hábitos, de actitudes y de recompensas. Vamos a ver amanecer al balconcito que es testigo de tantas hazañas perdidas en una ensalada de flores, aromas y mareos. Vamos, que ya está bien de arañar el paño. De hecho, hay que jugar sobre él, para eso fue hecho. Y sí, hay cartas, fichas y mucho buen humor.
Me toca jugar, y mi naipe es la Felicidad, esa con mayúscula que alguien calificó de inexistente, de imposible. Yo tengo que ganar, y ya no hay vuelta atrás. Entonces, si la Felicidad no existe, me voy a ocupar de inventarla mientras los demás no se dan cuenta, o con la ayuda de ellos, lo cual sería mejor. Capaz que si gano yo, terminamos ganando todos. Primero habría que dejar atrás toda la parafernalia de los ideales faraónicos, o al menos postergarla para cuando hayamos encontrado la fórmula de esa inexistencia latente... así que mejor me apuro. Los pasos siguientes se verán a su debido tiempo.

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