martes, mayo 25, 2004

Desde hacía un buen tiempo que lo conocido no tomaba el lugar de la euforia... así que ya le tocaba, y en estos momentos está encargándose de manejar las riendas del bienestar. Esta vez, la simpleza tomó forma de armadura y, lo que siempre fue así, salió a la luz de una manera descomunal, dejando en claro que va amaneciendo.
El protagonista de la obra comienza a comprender los significados de ese nuevo amor, con menos curvas y caminos más libres, que dejan vislumbrar un horizonte mucho más rico, sano y cálido, sin oscilar tanto. Y el sol que va saliendo, desperezándose, es quien se encarga de ponerle la firma a ese grito de guerra que saca al equipo de una posición defensiva por demás.
Es que todo sigue igual, nunca cambió, y ahora hay que festejar la nueva era, el cielo, la claridad y los abrazos, esas caminatas inestables, las lluvias fraternales, saltar al unísono, gritar, soñar y todo lo demás. Porque si tengo de-más, no te voy a andar echando de-menos ¿no?

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