miércoles, noviembre 10, 2004

Principalmente, y antes que nada, te extraño.
Un cielo de piedra que se hizo polvo y llora. Una murga de gotas en mi techo, en mi jardín y en mis ilusiones. Y la distancia de pocas cuadras y muchos sentimientos, como guirnaldas en el salón de fiestas para que baile mi situación con tu ausencia. Todo eso es el extremo de la más austral costa que hoy soy yo. Y ahí, en ese lugar, bailo poco y río menos, aunque estallo esporádicamente con ciertas pequeñas convicciones inútiles que saben su realidad pero no gustan de creerla para seguir colgados al triste quizás embustero.
Estás ahí... sé dónde encontrarte, pero no. Y no es que no porque no. Es no porque, por más que te vaya a buscar, siempre va a haber un contestador, una puerta o una madre, o una diferencia de artes, o el cielo nublado o la llave equivocada. Pero quiero. Quiero buscarte, encontrarte, mirarte, abrazarte, decirte, respirarte. No sé hasta dónde, no sé los límites, pero joder que los hay, y no sé no mirarte sin toda mi dulzura aglutinada, me duele abrazar a la situación en lugar de a vos; decirte lo que te digo no es decirte lo que quiero, lo que te quiero; tu perfume, eso sí lo respiro... pero es tuyo, no es vos, no toda vos, sólo esa parte de vos que es de propiedad pública.
Entonces me queda sólo ese lugar vacío que dejás cuando te movés, como vos pero escapándote, como la carrera hacia donde no se llega nunca. Quisiera que no fueras invencible.

No hay comentarios.: