miércoles, noviembre 17, 2004

Vuelta al trato onírico, como si fuera la mejor relación que pudiéramos tener, o la única, o el mejor ámbito para desarrollar todo este estancado y dulce océano que me remueve el pecho.
Pero con absurdos, y no tanto. Simples imágenes, bastante poco comunes, con seres inexistentes, encarnando vaya uno a saber qué miedos, y él, otro inexistente, o tácito o etéreo, y vos, sublime, y yo, igual.
El telón sube y baja, y hay actos diferentes, en escenarios que van desde lo más conocido hasta el apocalipsis menos imaginable. Mientras tanto, mi cuerpo da vueltas entre resortes y sábanas, incrédulo pero sumiso, ahogado por ese espectro paralizante del que es presa.
Finalmente el hechizo culimna, y todo escapa como agua entre mis dedos, como las nubes, para dejarlo tan vacío como siempre estuvo, ya sin maquillaje.
Alabada sea la horizontalidad fantasiosa.

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