quebrándose, cayendo
alfombrando este suelo
con su irregularidad
áurea e impertinente
que salpica adoquines
canteros, pórticos, terrazas
autos, jardines, estaciones...
El soplido desparrama
por las calles la quietud
con cadencia impredecible,
y no hay refugio vacío
en esta gélida noche.
Viene por nuestras sombras
un ave inconmensurable:
cubren los cielos sus alas
amenazantes y oscuras,
y un batir es suficiente
para alejarnos de todo.
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