lunes, febrero 07, 2005

Atormentando almas, nuestras almas, sin ninguna gana, con mayor torpeza, como mi bruto cuerpo que respira rusticidad. Tengo un viscoso corazón que se convulsiona ante las furiosas agitaciones de tu parte, y su estado es terminal. Tiene la piel ajada de los raspones miles, y el tiempo y vos presionándolo sólo consiguen replegarlo más y más. Teme y se va, amedrentado, a refugiarse en su rincón singular, trémulo de pavor, pero con cierta estima intacta. Y ahí se duerme, sueña, arma, proyecta y resurge, hasta que el factor inhibición vuelve a morder sus tobillos endebles. Entonces, como un nuevo principio, todo parece acabarse.
No quiero todo el poder en mis manos, en mi voz, en mi sien. Sólo deseo una combinación sincronizada, sí, una complicidad espontánea que nos encuentre encontrándonos.

No hay comentarios.: