miércoles, febrero 09, 2005

Magia para dos corazones locos.

Hay ciertos momentos que no por grandilocuentes resultan eternos, o al menos memorables. Y hay otros que de una pequeñez hermosa hacen surgir un cuadro que queda grabado en el corazón como una quemadura terriblemente ardiente y profunda. Hay, entonces, momentos como éste.
Todo nace, se detona (por decirlo de algún modo) por un apego compartido a cierto arte, a cierta fábula devenida en canción sublime. Pero la gestación tiene un período tantísimo mayor y un sui generis casi arcano entre las ramas del ombú que crece en medio del pecho.
Pero lo mas sensacional del acontecimiento es que ni siquiera fue la canción en sí lo que nos hizo brillar, sino su gratísimo recuerdo, y nuestra mutua inclusión en ese mundo e ilusión supersport. Ahí, justo ahí donde me trepo a la ternura de loco, ahí la balada se hace (se hizo) magia. Magia para un loco y una loca. Quizás juntos. Al menos sí en ese momento, donde fui testigo y objetivo alcanzado de un ataque de dulzura y vulnerabilidad infalible, cosa que pasa cuando el universo queda chico para dos entes desbordantes de luz.

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