lunes, febrero 07, 2005

No tengo mayores ni nuevos argumentos para desear tus manos, o, al menos, tus dedos. No soy seguridad confortable ni promesa de algo menos malo, ni consuelo real. No sé siquiera si puedo ofrecerte un corazón. Pero sí me queda en stock un infinito caudal de abrazos, ganas de cuidar de alguien más que yo, de protegerte entre un manto de brazos.

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