lunes, febrero 07, 2005

Un telón blanco que se cierne sobre el horizonte cercano para generar algo asi como un escenario privado, con los arboles como límite, despreciando la ciudad que hay más allá, dejándola de lado.
Y ahora el telón se precipita en una lluvia hermosa, que va revolviendo el mar y el alma, como si tuvieran algún vínculo supraterrenal y férreo. Flota la melancolía, como el telgopor del interior, ganándole al resto la carrera hacia la superficie. Y es que lo imposible de no-extrañarte tiene cada vez más peso.

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