sábado, abril 17, 2004

Creo que esto se trata de perder la forma humana... sí, sí. Alguien grande lo dijo una vez, más de una, y ahora comienzo a entenderlo. Es parte de todo un movimiento psicológico y revolucionario que se gesta dentro del alma del ser que la encadena cuando ésta no puede más de libertad, de amor y de énfasis, y necesita atomizarse, volatilizarse, expandir sus partículas de sentimiento por todo el universo, por todo el infinito. Ahí se pierde la forma humana y un crisol de almas se funden, se agitan y se esterilizan, renacen, viven; así es el tema, así, cuando somos conmovidos, todo llega a un default. Es el jueguito de la vida, de la carnada, un tire y afloje más cruel que los mismísimos hunos. Entonces el regreso a su Itaca, esa momentanea sensación de ser investidos por el sentido, ese sueño que torna casi al punto de ser palpable, llenan el tanque de la jodida esperanza. Entonces volvemos con la cabeza gacha a nuestra forma humana, con la ilusión puesta en la mítica visión, en ese bastión inexistente que colma nuestras irrisorias expectativas sobre un nefasto futuro carente de sentido.

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